Pasión por las Almas

Pasión por las Almas


por Oswald J. Smith

¿PORQUÉ DEBERÍA CUALQUIERA ESCUCHAR EL EVANGELIO DOS VECES ANTES DE QUE TODOS HAYAN ESCUCHADO AL MENOS UNA VEZ?

Veamos en el Evangelio según Mateo, capitulo 9, versos 35 a 38: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas…” Debes ver, si quieres, que Él fue a todas las ciudades y aldeas. No se estableció en una comunidad. Jesús nunca se hizo pastor. Continuamente estaba moviéndose. “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
“Al ver las multitudes tuvo compasión de ellas…” ¿y que hay con nosotros? ¿Qué pasa cuando vemos las multitudes? ¿También tenemos compasión? “Al ver las multitudes tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.
“Entonces dijo a sus discípulos: «A la verdad la mies es mucha, pero los obreros pocos.” Este, entonces, es el problema. Y el problema en Sus días es el mismo problema de nuestros días – una gran cosecha, pocos obreros. Mas bebes paganos nacen que nunca antes. La solución al problema: “Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a Su mies.”

¿PODRÍA QUEDARME?

Hace años, estudiaba la Biblia para ver si podría quedarme y obedecer a Dios. ¿Sería posible? Me pregunté a mí mismo, tener un cómodo pastorado; nunca cruzar las fronteras de mi país y aún así cumplir los mandamientos de mi Señor. ¿Estaría Dios satisfecho?
Y mientras estudiaba la Biblia, encontré expresiones como: “toda nación; todo el mundo; toda criatura; cada lengua, y pueblo y nación, lo último de la tierra.” En otras palabras, el Evangelio, fue dado a todo el mundo. Cada nación, lengua y pueblo, debía escucharlo.
Al ver esto, mi pregunta fue: ¿Todas las naciones viven aquí? Si es así, y no hay otras naciones viviendo mas allá de las fronteras del Dominio, entonces me puedo quedar en mi propio país, predicar aquí el Evangelio y nunca cruzar una frontera; pero, – si una nación vive mas allá de las fronteras del país, entonces tengo el deber de ir a aquella nación. Y si yo no puedo, debo encontrar substitutos y enviarlos como mis representantes. Y si tampoco hago eso, seré un cristiano perdido en el día de la recompensa.
“El campo es el mundo.” Estados Unidos no es el mundo. México no es el mundo. El campo es el mundo entero. Jamás en tu vida escuchaste sobre algún agricultor trabajando en una sola esquina de su campo. El agricultor trabaja en todo el campo. México es sólo una esquina; una esquina pequeña. El mundo, el mundo entero debe ser evangelizado. Y como “el campo es el mundo,” no tenemos elección diferente a ir a cada parte de este. El trabajo es uno, y debe ser hecho, no equina por esquina, sino como un entero.
Las firmas de tabaco tienen sus agentes en muchos lugares distantes. Se regalan millones de cigarros para crear nuevos apetitos. ¿Crees que hacen esto porque ya no hay demanda en su localidad? Por supuesto que no. La demanda aquí – es más grande que nunca. Aun así las firmas de tabaco ya están enviando sus misioneros a tierras extranjeras. Quieren nuevos mercados. Son más listos que nosotros, porque eso, después de todo, es el plan de Dios, y haríamos bien en emularlos. Nunca ha sido la voluntad de Dios que estemos en nuestra casa hasta que el trabajo de aquí haya terminado. Quiere que vayamos al mundo entero, para trabajar todo el campo simultáneamente.
¿Y tú? Sabes que el Evangelio debe ser predicado en todas las naciones, a todo el mundo, a cada tribu y pueblo y lengua, hasta la última parte de la tierra. ¿Qué estas haciendo al respecto? ¿Qué vas a hacer? Las ordenes de Dios deben obedecerse. Sus mandamientos cumplidos, y no hay forma de evadir el asunto.

LAS ÚLTIMAS FILAS

¿Recuerdas cuando el Señor alimentó a los cinco mil? ¿Recuerdas como los tenía sentados en el pasto? ¿Entonces recuerdas como tomo los panes y los peces y los bendijo y los partió y los dio a sus discípulos? ¿Y recuerdas como los discípulos comenzaron por un extremo de la primera fila y pasaron por todo el frente dando comida a cada uno? ¿Recuerdas como se regresaron al final de la primera fila y volvieron a comenzar? ¿Si lo recuerdas?
¿No? – mil veces ¡no! Si hubieran hecho es, los que estaban en las filas de atrás se hubieran estado levantando y pidiendo vigorosamente. “Aquí, vengan aquí. Denos algo. Aún no tenemos nada. Estamos hambrientos; no es correcto; no es justo. ¿Por qué los que están en las filas de enfrente reciben varias veces antes que nosotros recibamos una vez?”
Y estarían en lo cierto. Nosotros hablamos de una segunda bendición. Ellos no han tenido la primera aún. Hablamos de la segunda venida de Cristo. Ellos aun no han escuchado de la primera venida. Esto no es justo. “¿Por qué debería alguien escuchar el Evangelio dos veces antes de que todos lo escuchen siquiera una vez?” Sabes tan bien como yo, que ningún solo individuo entre esos cinco mil hombres, aparte de mujeres y niños, tuvieron una segunda porción hasta que todos tuvieron una primeramente.
Nunca he conocido a un ministro que tenga algún problema con las ultimas filas. Todo su problema es con las filas de enfrente. Aquellos en las primeras filas están sobrealimentados, y desarrollan una indigestión espiritual. Les dicen como alimentarse; cuando alimentarse, cuando dejar de alimentarse; cuanto tiempo alimentarse; que clase de comida comer, etc. etc., y si no lo hace, se quejan y encuentran faltas. Si un ministro tiene algún sentido, dejará a las primeras filas hacer hambre por una vez en sus vidas e ir a las filas de atrás, y entonces cuando regrese estarán listos para aceptar su ministerio, y no habrá murmuración o quejas.
Amigo mío, he estado en las filas traseras. He visto los incontables millones en esas ultimas filas anhelando el Pan de Vida. ¿Es correcto? ¿Debemos concentrarnos en las primeras filas? ¿No deberíamos mejor entrenar a las primeras filas para compartir lo que tienen con las filas de atrás, y así alcanzar con el Evangelio, aquellos que no han recibido nada?
¿Sabes que la cosa más grandiosa que una iglesia puede hacer por si misma es enviar a su pastor a un de los campos misioneros de la tierra? No hay vacación como esa. Regresará como un hombre nuevo; porque nadie puede ver la necesidad con sus propios ojos y volver a ser el mismo. Algo le sucederá. Tendrá algo que platicar. Será más valioso para la iglesia que nunca antes. Lo sugiero porque sé lo que sucedió conmigo, y recomendaría que las iglesias en todos lados reconocieran su importancia y lo hicieran. Déjenlo ver las filas de atrás. Déjenlo verlas por él mismo. Déjenlo verlas esperando en tinieblas por el Evangelio.

APELACIÓN DE UN VETERANO

Alexander Duff, un gran misionero veterano en India, regreso a Escocia para morir, y cuando estaba en la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana, hizo su apelación, pero no hubo respuesta. En medio de su apelación se desmayo y lo sacaron cargando. El doctor llegó y examinó su corazón. En ese momento abrió los ojos. “¿Dónde estoy?” pregunto. “¿dónde estoy?” “descansando,” dijo el doctor. “Su corazón esta muy débil.” “Pero,” exclamo el viejo guerrero, “debo terminar mi apelación. Llévenme de regreso. Aún no he terminado mi apelación.” “Descanse,” dijo el doctor nuevamente, “esta muy débil para regresar.” Pero el misionero con mucho esfuerzo se puso de pie, su determinación sobrepasaba su debilidad; y con el doctor de un lado y el moderador del otro, el viejo guerrero regreso a la plataforma, y mientras subía los escalones del pulpito, la Asamblea entera se puso de pie en su honor. Luego continuo su apelación.
“Cuando la Reina Victoria llama voluntarios a India,” exclamó, “cientos de jóvenes responden; pero cuando el Rey Jesús llama, nadie va.” Hizo una pausa. Hablo de nuevo, “¿es verdad,” preguntó ¿qué Escocia no tenga mas jóvenes que enviar a India?” Nuevamente hizo una pausa. “Muy bien,” concluyo, “Si Escocia no tiene mas jóvenes para enviar a India, entonces, viejo y decrepito como estoy, voy a regresar, y aunque no pueda predicar, puedo recostarme a orillas del Ganges y morir, para que el pueblo de India sepa que al menos un hombre en Escocia se preocupa demasiado para dar su vida por ellos.” En un momento, jóvenes en toda la asamblea, se levantaron exclamando, “¡Yo iré! ¡Yo iré! ¡Yo iré!” Y después que el famoso misionero hubo pasado, muchos de aquellos mismos jóvenes se dirigieron a India, para invertir su vida como misioneros, como resultado de la apelación que Dios había hecho a través del Dr. Duff.
Amigo mío, ¿tu irás? ¿te ha hablado Dios? ¿Has escuchado su llamado? ¿No responderás, “Señor, aquí estoy, envíame”? Y si no puedes ir, ¿enviarás a un substituto? Tu decidirás.
¿Por qué debería alguien escuchar el Evangelio dos veces antes de que todos hayan escuchado siquiera una vez?
Lo Prescindible de la Vida

Lo Prescindible de la Vida


Por Roberta Winter

Escena 1: Verano de 1951
(Era nuestra segunda cita. Ralph y yo estábamos sentados en el pasto conociéndonos cerca de Rose Bowl. Dos semanas antes fue nuestra primera cita.) “Quiero que sepas que en verdad soy... uh... una persona radical,” me dijo Ralph. Mi madre a menudo se desespera conmigo. En un punto, hasta me había negado a llevar vestido a la iglesia.” Esperaba una explicación.

Él parecía vestirse como cualquier otro – camisa deportiva y pantalón. Nada elaborado, pero nada extraño. “Algunos de mis amigos y yo habíamos estado leyendo sobre varios santos de la historia, y no podíamos ver porque Dios no esperaría tanto de nosotros como de ellos. Llevar corbatas, por ejemplo. No parecía correcto comprar corbatas cuando gente de todos lados muere de hambre. Yo calculo que los americanos poseen unos $500,000,000 en corbatas. “Pero aora si usas, ¿o no?” le pregunte. “Sí, pero no por la razón usual. Las uso solo para no ahuyentar a los nativos.” Y se río al mencionarlo con sus manos hacía unas personas sentadas un poco cerca. No entendí completamente lo que estaba diciendo. Gradualmente me di cuenta de que, como Pablo dijo, no solo vivimos para nosotros (I Cor. 10).

Nuestra convicción de cómo el Señor quiere que vivamos debe balancearse con sus efectos sobre los demás. ¿Nuestro estilo de vida dirige a otros a Cristo o es una barrera que los aleja de Él? Cuando entendí, fue capaz de identificar lo que se ha convertido para nosotros en un principio básico de la vida: Principio Uno: Nuestro estilo de vida debe complacer al Señor, y no debe ser en lo mas mínimo escandalosamente diferente al de aquellos entre los que caminamos como para hacer inteligible el mensaje que deseamos comunicar. Ciertamente ese día en el parque no fue mi primera exposición a un estilo de vida sencillo. Nacida durante la depresión, podía recordar cumpleaños celebrados con solo un lápiz. Ahora podíamos comer carne cada día. Si necesitaba un vestido, podía comprarlo. Además, mucho antes de que conocí a Ralph, Dios tocó mi estilo de vida cuando me pregunte a mí misma, “¿Seguiré al Señor aunque nadie lo entienda?” Mientras hablábamos ese día, sabía que sería un reto emocionante casarme con este hombre. Me enseño economía aquí y allá, pero principalmente hablo de sus sueños, sus ideales, sus metas que se habían derivado de su caminar con el Señor.

Estaba fascinada con aquellos sueños. Algunos solo eran sueños. Otros se estaban convirtiendo en realidad. A causa de sus esfuerzos como estudiante en el seminario, un grupo de cristianos estaba en Afganistán enseñando ingles y comenzando una escuela de ingeniería. Estaba emocionado con sus estudios de doctorado en lingüística porque él quería hacer los lenguajes bíblicos más útiles al pastor y misionero promedio. Ya tenía preparación en el léxico griego que esperaba usar en el texto bíblico para evitar cientos de páginas para buscar una palabra. En su cabeza estaban las ideas detrás de lo que recientemente había sido publicado: La Concordancia de Estudio de la Palabra y el Estudio de la Palabra del Nuevo Testamento. Ese día comprendí un poco de la emoción que él sentía al hacer algo creativo para el Señor, algo que haría una diferencia al extender el evangelio.

Cualquier emoción que yo hubiera sentido por nueva ropa y una casa bonita palidecían en comparación a su emoción. Mucho después descubrí que John Wesley también tenía la misma clase de emoción y la llamó “el poder excluyente de un nuevo afecto.” Wesley podría haber sido rico, pero estaba tan emocionado cumpliendo cosas para el Señor que no podía ser molestado. Cuando murió, poseía solo dos cucharas de plata, pero era conocido y amado en los pueblos más pequeños de Inglaterra por la luz que había traído. Durante los primeros años de matrimonio, nuestro problema no era si debíamos vivir con sencillez. Una vez que elegimos los sueños, no teníamos alternativa. Ralph estaba en la escuela de graduados, y pensaba que yo podría haber ganado un buen salario como enfermera registrada, yo prefería ser parte de aquellos sueños trabajando con él en sus estudios. Trabajaría por un tiempo para hacer unos ahorros, entonces investigar para él hasta que se terminaran los ahorros. Repetíamos el ciclo cuando era necesario. Después de que terminó su disertación, nacieron nuestros dos primeros hijos. Entonces no podía trabajar ni hacer investigación documental. Para entonces Ralph había regresado al seminario, y tuvimos que ajustarnos a lo que él ganaba como pastor estudiante y como ingeniero de medio tiempo. Nuestro ingreso era tan exiguo que cuando nos convertimos en misioneros, se triplicó.

Escena 2: Junio de 1957
(Estábamos recién llegados a las montañas de Guatemala. Nuestra asignación era trabajar con una docena de congregaciones entre los indios Mam, uno de los pueblos mas pobres en el hemisferio.)

Estaba embarazada. La camioneta con nuestras pertenencias llegó cubierta de polvo del viaje por el camino angosto que pasaba por las montañas hasta nuestro valle. Juntamos nuestros baúles y colchones y nuestra lavadora de gas – algo que considerábamos “esencial” con nuestros tres pequeños hijos. Una multitud de mirones curiosos nos rodeo – ¡y a todas esas cosas! “¿Porque nos miran?” pensé irritada. Luego, un joven pregunto algo que nunca me había molestado en inquirir. “¿Cuánto costaba todo eso?” Descalzo, con ropa que tenía los parches parchados, apuntaba a un colchón. También había estado mirando la lavadora, obviamente preguntándose que podría ser.

Nunca en toda su vida había visto una maquina como esa. Los colchones que había visto eran bolsas rellenas con paja. ¿Qué podría decirle? Habíamos traído lo que nos parecía ser tan poco. Sin embargo sabía que un mes de salario del joven no era suficiente para el enganche de un colchón, y yo me sentía defensiva. Pude haber vendido todo lo que era lujoso a los ojos de esta gente. Rápidamente podría identificarme con ellos si lo hacía. También sabía que sin esos pequeños “lujos,” estaría atada al trabajo de la casa. Estas cosas podrían permitirme hacer en una hora lo que podría demorarse todo el día. Aun contratar ayuda hubiera sido lujoso en sus ojos. Yo no quería que toda mi experiencia misionera fuera dedicarme al hogar. Seguramente Dios me había llamado a mas que a eso. Tenía que elegir entre sencillez y como gastar mi dinero y sencillez y como gastar mi tiempo. Sin embargo, no podía cerrar mis ojos a la pobreza de esta querida gente.

No podía olvidar que Juan dijo: “pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?” (I Juan 3:17) Nos tomó varios meses ajustarnos a la incomoda idea de siempre tener mas “cosas” que esta gente. Dudaba si pudiéramos haber sobrevivido en su nivel económico, pero en nuestra larga carrera hicimos todo lo que pudimos para vivir en una forma que al menos ellos pudieran aspirar. Compramos solo la clase de cosas que ellos como grupo podrían permitirse. También evitamos pequeños lujos como refrescos. En aquellos años aprendí un nuevo principio:

Principio Dos: Un estilo de vida sencillo para nosotros puede parecer extravagante para la mayoría de la gente en el mundo. Aun en el aislamiento geográfico no se reduce nuestra obligación ante los ojos de Dios con la gente a la distancia.

Escena 3: Otoño de 1961
(Estábamos regresando de nuestra licencia después de nuestros primeros cinco años en Guatemala. Ralph y yo entramos a una farmacia americana para surtir una prescripción. Espere veinte minutos al farmacéutico y cuando regrese encontré a Ralph cerca de la caja algo aturdido, mirando al mostrador lleno de jirafas rosas, elefantes morados, y monos verdes.)

“Roberta, he caminado por toda la tienda, y no hay ninguna cosa que llevaría a la casa aunque me la dieran.” Entre muebles mal hechos, joyería de fantasía, y muchísimos juguetes. “¿Realmente creen que pueden vender estas cosas a gente pensante? Todavía no estamos seguros. Después de Guatemala, la sociedad americana parece tan llena de trivialidades – cosas que pronto serán mas montón en las ventas de garaje. Pero nuestras cuatro pequeñas hijas estaban deslumbradas. “Papá, tenemos suficiente dinero para comprar...?” preguntaban. Él inevitablemente contestaba, “¡Claro que podemos! Pero, ¿queremos eso?” Seguía una larga discusión, poniendo “las cosas” en su propia perspectiva sin hacer a las niñas sentirse privadas y pobres. Las licencias siempre fueron un problema. De ser la gente más rica en nuestra comunidad guatemalteca, nos convertíamos en los pobres misioneros en los ojos de los demás. Aunque nuestro salario misionero siempre nos había parecido adecuado.

Se ajustaba año con año con nuestro costo de vida. Recibíamos dinero para cubrir la mayoría de nuestros gastos médicos y dentales. También recibimos el beneficio de un fondo para ayudar con la educación de nuestras hijas. No pagamos impuestos. Recibimos nuestra casa. No fue difícil para nosotros vivir con nuestro salario misionero porque sabíamos que estábamos aquí temporalmente. Así que no fuimos tentados a contactar a amigos en Estados Unidos. De regreso en el campo no necesitábamos ni queríamos un radio, una televisión, o lo último en aparatos de cocina. Nunca dudamos en comprar algo que simplificaría nuestras vidas, dejándonos mas tiempo para cosas más importantes. Pero determinamos lo que queríamos. Nosotros, no la televisión ni presión social, decidimos que nos era útil. Y tratamos de enseñar a nuestras hijas lo que para nosotros se había convertido en un principio de vida: Principio Tres: Realmente no necesitamos la mayoría de las cosas que nuestra cultura nos impone. Una vez que aprendemos a resistir la presión social, es mucho más fácil determinar lo que realmente queremos o necesitamos.

Escena 4: Invierno de 1968
(Después de nuestra segunda licencia, debido a algunas presiones, nos quedamos en Estados Unidos. Ralph se convirtió en profesor en la recién abierta Escuela de Misiones Mundiales, y de pronto nos encontramos en un mundo diferente. Ralph tenía que asistir a eventos importantes y recibir dignatarios visitantes. Como ya no necesitaban una casa grande, mis suegros se mudaron a un apartamento dándonos su casa y todos sus muebles. Un día mi hermana vino a verme.)

“Roberta, probablemente estarás en el país por un tiempo. ¿Por qué no compras muebles nuevos? Este estilo español esta pasado de moda.” Me tomo por sorpresa. Los muebles eran mejores de los que alguna vez hubiéramos tenido. En verdad, el sofá necesitaba ser tapizado y la mesa arreglara. Pero me gustaba el estilo. ¿Por qué gastar dinero en algo que mi hermana escogería? Ralph y yo descubrimos su sugerencia esa noche. “¿Se veían mal los muebles?” Pregunté. “¿O crees que debemos ignorar lo que se ve bien?”

“No te preocupes, Roberta,” él dijo. “Hace mucho decidimos no permitir a otros dictar nuestro estilo de vida. Tenemos suficiente dinero para comprar nuevos muebles si queremos, pero eso no nos obliga a comprarlos. ¿Por qué no podemos continuar viviendo como si fuéramos misioneros en licencia, comprando solo lo que necesitamos? Si les permitimos darse cuenta que elegimos vivir de esta forma, quizá dejaran de preocuparse por nosotros.” Permítame expresar esta idea de forma diferente:

Principio Cuatro: No debe haber ninguna conexión entre lo que ganamos y lo que necesitamos gastar. No compras cosas solo porque tienes dinero. Con este principio, el dinero inevitablemente se acumula. Seguimos este principio como misioneros; entonces cuando parecía necesario comenzar una nueva casa de publicaciones especializada en libros de misiones, teníamos el dinero necesario. Lo que nos animó a una mucho más grande empresa, el U.S. Center for World Misión. Diferentemente, un grupo de 120 personas en Miniápolis había vivido por años con solo una porción de su ingreso por grupo usando el resto para apoyar docenas de sus miembros como misioneros. Qué habría sucedido en el mundo si más cristianos evangélicos reconocieran que Dios los bendice con dinero para hacerlos una bendición y no para consentirlos. ¡Cuánto dinero estaría disponible para causas mucho mas estratégicas! Hubiera sido más fácil entender que Cristo no nos pide ser “exitosos” sino siervos (Marcos 10:44).

Escena 5: Verano de 1978
(Estábamos sentados en una gran mesa en el Nuevo U.S. Center for World Mission. Estábamos veinte personas con bloques de hojas contables y una copia de un manual para levantar ingresos.)
“Una de las primeras cosas que tendrán que aprender para levantar soporte es como vivir con tu ingreso,” les dijo Ralph. “Nuestro nivel de soporte es básicamente el mismo que en Campus Crusade. Para aquellos de ustedes que han tenido trabajos bien pagados, esto será muy difícil. “Para quienes acaban de salir del colegio, parecerá mucho. Queremos que todos tengan suficiente para sus necesidades y un poco ahorrado para usar como el Señor dirija. Creo que es un ejercicio importante dar dinero a alguien más.”

“Parkinson enunció una ley que dice que ‘el gasto aumenta hasta el monto del ingreso.’ Yo creo que debería haber otra que diga, ‘cuando el ingreso disminuye, el gasto también disminuye.’” “La mayoría de la gente no tiene idea donde gasta el dinero. Consecuentemente, la idea de vivir con menos los asusta. Para saber exactamente lo que hacemos, nuestra familia ha usado un sistema básico de contabilidad familiar.” “Mes a mes podemos ver como nuestro ingreso esta cambiando. Esto nos ayuda a decidir si estamos gastando mas de lo que deberíamos. Terminamos cada mes con un estado de perdidas y ganancias y un balance igual que una empresa comercial.” Poco a poco mi esposo les explico un proceso simplificado de entradas y salidas. Las lecciones eran importantes, aun para aquellos que nunca las dominaron. Por meses muchos de nuestro staff vivieron con mucho menos de su suporte completo, y estaban sorprendidos. Dios suplía de formas inusuales, y ellos aprendieron a comprar mas eficientemente. Sin embargo, lo más básico era el hecho de que todos estábamos juntos en esto. Mas de las sugerencias y claves que pudiéramos dar a los demás, desarrollamos cierto sentido de camaradería mejor expresado en otro principio:

Principio Cinco: ES más fácil adoptar un estilo de vida sencillo si te unes a un grupo que acuerda junto vivir con lo menos. Entre otras lecciones igualmente valiosas, aprendimos que Dios realmente nos cuida si hacemos de Sus asuntos nuestra más alta prioridad (Lucas 12:31). Aprendimos que la sencillez de la vida significa mucho mas de la forma de gastar nuestro dinero. También significa estar dispuesto a vivir para el Señor, sin preocuparse por hacer una buena impresión (Col. 3:12). Significa estar dispuestos a ser siervos de Dios en los trabajos donde Él nos ha colocado, reconociendo que aún Cristo estaba bajo autoridad para servir antes de ser servido. Aprendimos que nuestro dinero, como nuestras vidas, era nuestro solo porque El nos lo había dado; consecuentemente era Su señal y llamado cuando veíamos que Él proveía. Como un grupo aprendiendo a como vivir de esta nueva forma, llegamos a valorar lo que Jesús quería decir cuando dijo, “todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará” (Marcos 8:35).

Escena 6: Marzo 16 de 1979
(Tres generaciones reunidas alrededor de un libro, leyendo un párrafo a la vez. El Dr. y la Sra. McGavran en sus ochenta como misioneros muy estimados, Ralph y yo en una edad media, y ocho jóvenes. El libro era la historia de John R. Mott en los primeros días del Movimiento Voluntario Estudiantil para Misiones Fronterizas, escrito en 1892.) “¿Podemos hacerlo otra vez?” Era la pregunta en cada corazón. “En 1870 otros cuatro estudiantes, orando por el mundo dijeron, ‘¡Podemos hacerlo si queremos!’ Cuando dijeron eso, no había sociedades misioneras en América y solo una o dos en Inglaterra. Casi todo del trabajo misionero protestante todavía estaba por delante.”

“Hoy existen mas de 600 agencias misioneras solo en América,” dijo Ralph. “También tenemos miles, quizás millones de jóvenes evangélicos. No todos tendrán la visión de los lugares no alcanzados, pero solo Singapur tiene 600 jóvenes chinos listos para salir.” “Pero mira,” dijo Brad, “tanto en 1807 como en 1892 los estudiantes tenían un lema. Nosotros también debemos tener algo que aliente los corazones de nuestra generación.” “¿Qué tal ‘Una Iglesia para Cada Pueblo para el Año 2000?’” alguien dijo. Había electricidad en el aire. Nunca he sentido tal temor reverente santo como sentí aquella noche.

¿Podremos hacerlo? ¿Podrán hacerlo? La vida del Dr. McGavran casi estaba terminando, quizás la nuestra estaba por pasar. Durante los siguientes veinte años el trabajo de misiones tendría que ser responsabilidad de estos jóvenes y miles como ellos. Muchos de su edad eran absorbidos por buenos empleos o amueblando sus casas. ¡Pero no estos! Ellos tenían una visión más alta. Sus corazones conocían la mano de Dios sobre sus hombros. Otros de su edad habían experimentado lo mismo, este “poder excluyente de un nuevo afecto” que minimizaba cualquier objetivo. Para Peter pescar por pescar no tenía atractivo. El mismo joven Wesley abandono sus altas conexiones eclesiásticas por el campo y campos minados porque la mano de Dios estaba con él. Carey, solo un pobre zapatero, se convirtió en el más grande misionero de la historia, involucrado en todo desde educación hasta comercio y leyes y traducción de la Biblia, todo por el evangelio.

Wilberforce invirtió sus riquezas en una legislación para los esclavos. Y la lista sigue y sigue. A menudo me he preguntado, con la oportunidad que Cristo dio al joven rico – del único que se escribe, “Jesús lo vio y lo amó” (Marcos 10:21) Pero termino como un rico desconocido. ¿Se hubiera convertido en un Pablo, un Lutero, un Wesley? Pero él era rico, y “los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Marcos 4:19). Principio Seis: El fundamento de un estilo de vida sencillo es “el poder excluyente de un nuevo afecto.” Es este el que hace a los objetivos del mundo y al hacer dinero parecer nada importantes. Es este amor de Cristo y Su causa que hace que la vida sea vida verdadera. Es esto de lo que habló Henry Varley cuando dijo, “Todavía el mundo tiene que ver lo que Dios puede hacer con un hombre que esta completamente comprometido con Él.” ¡Es este nuevo afecto lo que hace al estilo de vida más sencillo realmente glorioso!

Articulo sacado de http://www.oasishgm.org

Una Aventura Salvaje y Romántica


En 1865, el misionero explorador británico David Livingstone, regreso a África por tercera y ultima ocasión. Por casi siete años, este viejo barbudo, sin dientes y demacrado no vio ningún otro europeo. Entre rumores de su muerte, el New York Herald envió a Henry Stanley para buscarlo en las junglas de Africa. Stanley había sido un reportero mundano que había luchado por dinero en ambos lados de la Guerra Civil. Pero esta tiempo con Livingstone, lo cambio para siempre. Este es su relato:

“Por cuatro meses y cuatro días viví con él en la misma choza, o en el mismo bote, o la misma tienda, y jamás encontré una falta en él. Fui a África con prejuicios contra la religión como el peor infiel de Londres. Para un reportero como yo, que solo había tratado con guerras, reuniones políticas, los asuntos sentimentales estaban fuera de mi perspectiva. Pero en Africa tuve un gran tiempo de reflexión. Estaba afuera del mundo mundano. Vi a este viejo solitario, y me pregunte, “¿Por qué esta aquí? ¿qué lo inspira? Meses después que nos encontramos me encontré escuchándolo, cuestionándome sobre las palabras del viejo, ‘deja todo y sígueme.’ Pero poco a poco, viendo su piedad, gentileza, su celo, su ansiedad y como trataba tranquilamente sus negocios, fui convertido, aunque nunca haya tratado de hacerlo.”

El 1 de Mayo de 1873, Livingstone fue encontrado muerto por sus sirvientes, arrodillado al lado de su catre. Como una muestra de su profundo amor y respeto por él, los nativos enterraron su corazón en África antes de llevar su cuerpo momificado a la costa –para un viaje de nueve meses – para llegar a Inglaterra. Pero las profundas preguntas de Stanley aun siguen hablándonos: ¿Por qué Livingstone estaba allá, en medio de la nada? ¿qué era lo que le inspiraba? ¿por qué dejaría un hombre a sus amigos y familia, olvidar las comodidades de la vida, y arriesgarse a enfermar y morir entre gente pagana? ¿qué era eso que muchos misioneros veían y nosotros no vemos hoy? ¿por qué estaban tan profundamente involucrados cuando nosotros rara vez nos involucramos?

“Mi negocio es testificar a Cristo. Solo hago zapatos para pagar algunos gastos” (Guillermo Carey). ¿cuál es nuestro negocio? “El deseo de mi corazón sería ir alrededor del mundo antes de morir, y predicar una invitación del evangelio al oído de cada criatura” (Guillermo C. Burns). ¿cuál es el deseo de nuestro corazón? “Hoy tengo sesenta y cinco años... oh, como codicio, mas que un avaro su oro, veinte años mas de salvar almas” (Jonatan Goforth). ¿qué ambicionamos, mas que un avaro su oro?

Consideremos el ejemplo de Adoniram Judson, el primer misionero al extranjero de América, nacido en Massachussets el 9 de agosto de 1788. preparándose para salir a India y Burma en 1810, se enamoro de Ann Hasseltine. Como la hija adolescente de una familia prominente, era una joven divertida y despreocupada. Después que nació de nuevo a la edad de quince se dedico devotamente al Señor. Pero Judson no se podía casar con ella sin el consentimiento de su padre. Veamos la carta que él escribió a John Hasseltine, siendo el mismo relativamente un nuevo creyente.

“Ahora tengo que preguntar, su consentimiento para apartarse de su hija en la primavera, para no verla mas en este mundo; si puede consentir en su partida, y su sujeción a la dureza y sufrimiento de una vida misionera; si puede consentir en su exposición a los peligros del océano; a la influencia fatal del clima del sur de India; a cada clase de necesidad y dolor; a la degradación, insultos, persecución y quizá una muerte violenta. ¿Puede consentir a todo esto, por el nombre de Aquel que dejo su hogar celestial, y murió por ella y por usted, por las almas inmortales perdidas; por el nombre de Sión y la gloria de Dios?¿Puede consentir a todo esto, con la esperanza de encontrar a su hija en el mundo de gloria, con la corona de justicia, entre aclamaciones de alabanza ante el Salvador de paganos salvos, por medio de ella, del dolor y la desesperación eterna?

Sorprendentemente, su padre le dejo la elección a ella. Pronto ella escribió a una amiga: “He llegado a la determinación de dejar todas mis comodidades y lujos aquí, sacrificando mi afecto a parientes y amigos, e ir a donde Dios, en su providencia, prepare lugar para mi.” En lugar de algunos temores, ella sabía que podía confiar en la fidelidad de Dios, aunque, como ella dijo, “Ninguna mujer ha dejado, hasta donde se, las fronteras de América para agotar su vida entre los paganos; tampoco se si tendré alguna compañía femenina. Pero Dios es mi testigo, de que no me he atrevido a rechazar la oferta que he recibido, aunque muchos la llaman “una aventura salvaje y romántica.”

Los Judson trabajaron casi siete años antes de ganar a su primer converso. Después de nueve años solo habían bautizado a dieciocho personas. Algunos de sus compañeros misioneros murieron. Otros abandonaron el trabajo. Su primer hijo nació muerto durante su viaje inicial de Calcuta a Burma (Myanmar). Su segundo bebé, Roger, murió antes de cumplir nueve meses. El mismo Adoniram fue brutalmente aprisionado por diecisiete meses durante un motín contra todos los extranjeros, sobreviviendo apenas al horrible tratamiento inhumano. Una noche, mientras sus pies descalzos sangraban de donde colgaban en estacas elevadas, enjambres de mosquitos se colocaron en las plantas de sus pies, produciendo una tortura extrema.

Entonces, no mucho después de ser liberado, su amada esposa murió. Su constante vida de sacrificio y servicio finalmente cobro su precio. Solo unas pocas semanas después, María, su tercer bebé, murió repentinamente. Judson se quedó solo en una hostil tierra budista, casi destrozado con dolor y angustia.

Ante él tenía el prospecto de junglas infestadas de tigres, casas llenas de murciélagos, un clima plagado de fiebres – de por vida. Detrás de él estaba un camino casi inimaginable de dificultades y perdidas. Pero no abandonó su trabajo. No abandono su traducción de la Biblia o su predicación y labores de enseñanza. ¿Cómo pudo? Almas eternas estaban en juego. ¿Quién mas podría llegar a los burmesas tan bien como él? Así permaneció por 20 años mas, regresando a América una sola vez – y esa por necesidad, no por gusto.

Para Judson, las misiones eran un compromiso vitalicio, y no tenía lugar para aquellos que querían venir al campo misionero en un corto plazo. “Ellos vienen por unos años, tratando de adquirir un puñado de créditos sobre los cuales puedan descansar el resto de sus días en el clima de su tierra nativa... El lema de cada misionero, sea predicador, impresor, o maestro, debería ser ‘Devoto mientras viva.’”

La devoción de Adoniram Judson no fue en vano. En una ocasión, durante el gran festival anual en la pagoda dorada budista en Rangoon, escribió que había distribuido “casi diez mil tratados, dando solo a los que pedían... algunos viajaron dos o tres meses, desde las fronteras de Siam y China – ‘Sir, escuchamos que hay un infierno eterno. Tenemos miedo. Denos una escritura que nos diga como escapar de él.’ ... Otros venían del interior del país, donde el nombre de Jesús se conoce poco – ‘¿es usted el hombre de Jesucristo? Danos una escritura que nos diga de Jesucristo.’” Para Judson, esto era valioso. Hoy existen mas de un millón de creyentes burmeses.

¿Qué era lo que movía el corazón brillante del joven Enrique Martyn hace casi doscientos años? Él relata que sus compañeros de Cambridge “pensaban que era un paso impropio dejar la universidad para predicar a paganos ignorantes, pues cualquier persona lo podría hacer.” Martyn también encontró difícil el trabajo pastoral, y no tenía éxito visible como ganador de almas. Pero en lugar de todo esto, tenia un llamado claro y definido de Dios: “Que el Señor se complazca en poner esto en mi mente, que estoy en medio de almas que perecen, que atestan el infierno. ¡Que cruel, que impío dejar a un hermano perecer por falta de noticias!”

En un tiempo jamás hubiera sacrificado bienestar material por el Evangelio. Pero ahora su corazón latía por las multitudes de India. “Diez mil veces mas que nunca me siento apegado a ese precioso trabajo. Con alegría esta sangre será derramada, cada gota, si uno de los hijos de la India puede salvarse, si solo una de esas criaturas de Dios Todopoderoso puede ser traído a casa en el intento.”

Decir adiós a su tierra fue difícil para él. Fue mas difícil aun dejar atrás a Lidia Grenfell, una joven que amaba apasionadamente y con la que se habría casado, si no por fuera por su temor a que el matrimonio pudiera ser obstáculo en su llamado. Para sumar a todas las dificultades, su propia salud estaba en deterioro. “Ah, mis queridos amigos de Inglaterra,” escribió en su diario, cuando hablo con emoción de la misión a los paganos, entre el gozo y esperanza, que idea tan imperfecta nos formamos de los sufrimientos mediante los cuales se cumple.” Sin embargo, se dio sin reserva, siempre poniendo las necesidades de los demás primero. Sus esfuerzos en India y Persia fueron enormes, y su santidad y bondad legendarias.

¿Por qué se dio completamente al trabajo del Señor; frecuentemente solo contra “indiferencia británica, apatía india, y hostilidad musulmana”? ¿Por qué se rehusó a salir aun cuando su propio cuerpo se estaba deteriorando rápidamente? “un hombre que dio su vida entre gente que el menor sirviente de la Compañía de las Indias Orientales hubiera menospreciado, y quien arrastró su cuerpo por muchos cientos de millas de mares y montañas, lo hizo por este propósito: hacer la voluntad de Dios, y salvar hombres y mujeres de la destrucción.”

Y ¿que era lo que llevo al escocés John Paton a ir como misionero pionero a los “caníbales” de las islas de los mares del sur, dedicando casi cinco décadas al trabajo? Mientras batallaba en la universidad con estudios de divinidad y medicina en Escocia, Paton había sido sostenido “por el gran anhelo que,” el decía, “consumió todos esos años dentro de su alma, nombrado para ser propiedad para uso de Él para la salvación de hombres pereciendo, el impulso de contestar en voz alta, ‘¡aquí estoy, envíame!’”

Pero Paton no quería confundir sus propias emociones con el llamado de Dios, por lo que continuo en oración y deliberación por pocos días mas “para ver la proposición desde cualquier ángulo ... sentí una seguridad creciente de que este era el llamado de Dios para Su siervo. El lamento y llanto de los paganos sonaban constantemente en mis oídos. Los veía perecer por falta de conocimiento del Dios verdadero y de Su Hijo Jesús, mientras mi pueblo (en Escocia) tenía la Biblia abierta y todos los medios de gracia dentro de su alcance.”

¿QUÉ HAY DE LOS PAGANOS EN CASA?

Aunque su decisión de salir encontró oposición de casi todos. “Algunos me replicaron, ‘hay paganos en casa; busquemos y salvemos, primero que todo, a los perdidos que perecen en nuestras puertas.’” Debemos evangelizar Jerusalén primero, antes de preocuparnos por el resto del mundo. ¿no hay millones de pecadores viviendo a nuestro alrededor? ¿no es lógico y correcto predicar primero a ellos?

Paton asintió a eso, de hecho, había muchos paganos en casa. “Siento que es verdad, y un hecho apaleador; pero observe que aquellos que hacían esta replica también se negaban a los paganos en casa... Sin mala gana gastarían mas en vestido de moda para cenas o el té, en teatros, conciertos y deportes, o en alguna actividad ostentosa, o en indulgencia egoísta, diez veces mas, quizá en un solo día, de lo que darían en un año, o en la mitad de su vida, por la conversión del mundo pagano entero, sea en casa o en el extranjero.” ¡Que verdad tan poderosa y patética!

En 1906, a la edad de ochenta y dos y unos meses después de perder a su esposa durante cuarenta y un años, estaba viajando para hablar en una reunión en Australia cuando cayo de su asiento y quedo inconsciente. Pero el insistió en predicar, con la cabeza vendada. “Para qué estoy aquí,” dijo, “sino por usar cada oportunidad restante para suplicar por los paganos.” Y para que estamos nosotros, si no para responder la suplica de Paton, para responder al clamor de los perdidos, para responder al llamado del Señor. ¿Para qué otra cosa estamos aquí?

Hay mas gente perdida hoy que nunca antes en la historia. Y tenemos menos tiempo que nunca para alcanzarlos. ¿Cómo podemos sentarnos atrás? ¿No nos afecta que haya mas de dos mil millones de almas que nunca han escuchado el nombre de Jesús? ¿No nos llama esto a actuar?

Hay mas de 12,000 grupos distintos sin una iglesia nativa. De las 6,100 lenguas habladas hoy, mas de la mitad no tienen un solo verso de la Biblia, y ni una décima parte tiene un Nuevo Testamento completo. La población de la tierra crece por encima de un cuarto de millón de seres humanos cada día. Jesús derramo su sangre por cada uno de ellos. ¿Qué es lo que estamos esperando?

En este mismo momento, por todo el mundo, hay misioneros y trabajadores nativos que podrían alcanzar cien veces mas gente si tan solo tuvieran los fondos adecuados. Sin embargo nosotros aquí vivimos como reyes, engordando cada día. ¿No podemos ver la vanidad de esto a la luz de la cosecha? ¿No podemos ver que algo en nuestra mente esta equivocado? ¿Aun podemos hacernos sordos a las necesidades de nuestros hermanos? ¿Podemos rehusarnos a dar sacrificialmente?

En cada continente, hay multitudes de almas. Dios conoce a cada una por nombre. Hasta hoy, viven en ignorancia y tinieblas. Están aprisionados por el demonio y encerrados en sus pecados. Pero nosotros tenemos la Llave para librarlos. Tenemos la Respuesta eterna para sus vidas. Tenemos la Verdad y la Luz. ¿Ninguno de nosotros se levantara e ira? ¿Ninguno de nosotros dejara todo – solo por esta corta vida – en vista de la gloria venidera?

Seriamente debemos pensar nuestros caminos. Hemos perdido la visión de una verdad fundamental. Jesús dio su vida por este mundo moribundo. ¿Podemos dar menos? Ser salvo significa ser enviado. Las naciones perecen sin esperanza. Nuestro tiempo se agota. Debemos alcanzar esa preciosa gente antes de que sea demasiado tarde. Si no damos o vamos, ¿quién lo hará?

Esta es la Palabra del Señor:

“Considera y escucha. Olvida tu tierra y tu parentela... ve a todo el mundo y predica el Evangelio a toda criatura... ve y haz discípulos de todas las naciones... como el Padre me ha enviado, así te envío... ¡Ve! Yo te envío.”

"¡Que el Cordero reciba la recompensa de Su sufrimiento!"