En 1865, el misionero explorador británico David Livingstone, regreso a África por tercera y ultima ocasión. Por casi siete años, este viejo barbudo, sin dientes y demacrado no vio ningún otro europeo. Entre rumores de su muerte, el New York Herald envió a Henry Stanley para buscarlo en las junglas de Africa. Stanley había sido un reportero mundano que había luchado por dinero en ambos lados de la Guerra Civil. Pero esta tiempo con Livingstone, lo cambio para siempre. Este es su relato:
“Por cuatro meses y cuatro días viví con él en la misma choza, o en el mismo bote, o la misma tienda, y jamás encontré una falta en él. Fui a África con prejuicios contra la religión como el peor infiel de Londres. Para un reportero como yo, que solo había tratado con guerras, reuniones políticas, los asuntos sentimentales estaban fuera de mi perspectiva. Pero en Africa tuve un gran tiempo de reflexión. Estaba afuera del mundo mundano. Vi a este viejo solitario, y me pregunte, “¿Por qué esta aquí? ¿qué lo inspira? Meses después que nos encontramos me encontré escuchándolo, cuestionándome sobre las palabras del viejo, ‘deja todo y sígueme.’ Pero poco a poco, viendo su piedad, gentileza, su celo, su ansiedad y como trataba tranquilamente sus negocios, fui convertido, aunque nunca haya tratado de hacerlo.”
El 1 de Mayo de 1873, Livingstone fue encontrado muerto por sus sirvientes, arrodillado al lado de su catre. Como una muestra de su profundo amor y respeto por él, los nativos enterraron su corazón en África antes de llevar su cuerpo momificado a la costa –para un viaje de nueve meses – para llegar a Inglaterra. Pero las profundas preguntas de Stanley aun siguen hablándonos: ¿Por qué Livingstone estaba allá, en medio de la nada? ¿qué era lo que le inspiraba? ¿por qué dejaría un hombre a sus amigos y familia, olvidar las comodidades de la vida, y arriesgarse a enfermar y morir entre gente pagana? ¿qué era eso que muchos misioneros veían y nosotros no vemos hoy? ¿por qué estaban tan profundamente involucrados cuando nosotros rara vez nos involucramos?
“Mi negocio es testificar a Cristo. Solo hago zapatos para pagar algunos gastos” (Guillermo Carey). ¿cuál es nuestro negocio? “El deseo de mi corazón sería ir alrededor del mundo antes de morir, y predicar una invitación del evangelio al oído de cada criatura” (Guillermo C. Burns). ¿cuál es el deseo de nuestro corazón? “Hoy tengo sesenta y cinco años... oh, como codicio, mas que un avaro su oro, veinte años mas de salvar almas” (Jonatan Goforth). ¿qué ambicionamos, mas que un avaro su oro?
Consideremos el ejemplo de Adoniram Judson, el primer misionero al extranjero de América, nacido en Massachussets el 9 de agosto de 1788. preparándose para salir a India y Burma en 1810, se enamoro de Ann Hasseltine. Como la hija adolescente de una familia prominente, era una joven divertida y despreocupada. Después que nació de nuevo a la edad de quince se dedico devotamente al Señor. Pero Judson no se podía casar con ella sin el consentimiento de su padre. Veamos la carta que él escribió a John Hasseltine, siendo el mismo relativamente un nuevo creyente.
“Ahora tengo que preguntar, su consentimiento para apartarse de su hija en la primavera, para no verla mas en este mundo; si puede consentir en su partida, y su sujeción a la dureza y sufrimiento de una vida misionera; si puede consentir en su exposición a los peligros del océano; a la influencia fatal del clima del sur de India; a cada clase de necesidad y dolor; a la degradación, insultos, persecución y quizá una muerte violenta. ¿Puede consentir a todo esto, por el nombre de Aquel que dejo su hogar celestial, y murió por ella y por usted, por las almas inmortales perdidas; por el nombre de Sión y la gloria de Dios?¿Puede consentir a todo esto, con la esperanza de encontrar a su hija en el mundo de gloria, con la corona de justicia, entre aclamaciones de alabanza ante el Salvador de paganos salvos, por medio de ella, del dolor y la desesperación eterna?
Sorprendentemente, su padre le dejo la elección a ella. Pronto ella escribió a una amiga: “He llegado a la determinación de dejar todas mis comodidades y lujos aquí, sacrificando mi afecto a parientes y amigos, e ir a donde Dios, en su providencia, prepare lugar para mi.” En lugar de algunos temores, ella sabía que podía confiar en la fidelidad de Dios, aunque, como ella dijo, “Ninguna mujer ha dejado, hasta donde se, las fronteras de América para agotar su vida entre los paganos; tampoco se si tendré alguna compañía femenina. Pero Dios es mi testigo, de que no me he atrevido a rechazar la oferta que he recibido, aunque muchos la llaman “una aventura salvaje y romántica.”
Los Judson trabajaron casi siete años antes de ganar a su primer converso. Después de nueve años solo habían bautizado a dieciocho personas. Algunos de sus compañeros misioneros murieron. Otros abandonaron el trabajo. Su primer hijo nació muerto durante su viaje inicial de Calcuta a Burma (Myanmar). Su segundo bebé, Roger, murió antes de cumplir nueve meses. El mismo Adoniram fue brutalmente aprisionado por diecisiete meses durante un motín contra todos los extranjeros, sobreviviendo apenas al horrible tratamiento inhumano. Una noche, mientras sus pies descalzos sangraban de donde colgaban en estacas elevadas, enjambres de mosquitos se colocaron en las plantas de sus pies, produciendo una tortura extrema.
Entonces, no mucho después de ser liberado, su amada esposa murió. Su constante vida de sacrificio y servicio finalmente cobro su precio. Solo unas pocas semanas después, María, su tercer bebé, murió repentinamente. Judson se quedó solo en una hostil tierra budista, casi destrozado con dolor y angustia.
Ante él tenía el prospecto de junglas infestadas de tigres, casas llenas de murciélagos, un clima plagado de fiebres – de por vida. Detrás de él estaba un camino casi inimaginable de dificultades y perdidas. Pero no abandonó su trabajo. No abandono su traducción de la Biblia o su predicación y labores de enseñanza. ¿Cómo pudo? Almas eternas estaban en juego. ¿Quién mas podría llegar a los burmesas tan bien como él? Así permaneció por 20 años mas, regresando a América una sola vez – y esa por necesidad, no por gusto.
Para Judson, las misiones eran un compromiso vitalicio, y no tenía lugar para aquellos que querían venir al campo misionero en un corto plazo. “Ellos vienen por unos años, tratando de adquirir un puñado de créditos sobre los cuales puedan descansar el resto de sus días en el clima de su tierra nativa... El lema de cada misionero, sea predicador, impresor, o maestro, debería ser ‘Devoto mientras viva.’”
La devoción de Adoniram Judson no fue en vano. En una ocasión, durante el gran festival anual en la pagoda dorada budista en Rangoon, escribió que había distribuido “casi diez mil tratados, dando solo a los que pedían... algunos viajaron dos o tres meses, desde las fronteras de Siam y China – ‘Sir, escuchamos que hay un infierno eterno. Tenemos miedo. Denos una escritura que nos diga como escapar de él.’ ... Otros venían del interior del país, donde el nombre de Jesús se conoce poco – ‘¿es usted el hombre de Jesucristo? Danos una escritura que nos diga de Jesucristo.’” Para Judson, esto era valioso. Hoy existen mas de un millón de creyentes burmeses.
¿Qué era lo que movía el corazón brillante del joven Enrique Martyn hace casi doscientos años? Él relata que sus compañeros de Cambridge “pensaban que era un paso impropio dejar la universidad para predicar a paganos ignorantes, pues cualquier persona lo podría hacer.” Martyn también encontró difícil el trabajo pastoral, y no tenía éxito visible como ganador de almas. Pero en lugar de todo esto, tenia un llamado claro y definido de Dios: “Que el Señor se complazca en poner esto en mi mente, que estoy en medio de almas que perecen, que atestan el infierno. ¡Que cruel, que impío dejar a un hermano perecer por falta de noticias!”
En un tiempo jamás hubiera sacrificado bienestar material por el Evangelio. Pero ahora su corazón latía por las multitudes de India. “Diez mil veces mas que nunca me siento apegado a ese precioso trabajo. Con alegría esta sangre será derramada, cada gota, si uno de los hijos de la India puede salvarse, si solo una de esas criaturas de Dios Todopoderoso puede ser traído a casa en el intento.”
Decir adiós a su tierra fue difícil para él. Fue mas difícil aun dejar atrás a Lidia Grenfell, una joven que amaba apasionadamente y con la que se habría casado, si no por fuera por su temor a que el matrimonio pudiera ser obstáculo en su llamado. Para sumar a todas las dificultades, su propia salud estaba en deterioro. “Ah, mis queridos amigos de Inglaterra,” escribió en su diario, cuando hablo con emoción de la misión a los paganos, entre el gozo y esperanza, que idea tan imperfecta nos formamos de los sufrimientos mediante los cuales se cumple.” Sin embargo, se dio sin reserva, siempre poniendo las necesidades de los demás primero. Sus esfuerzos en India y Persia fueron enormes, y su santidad y bondad legendarias.
¿Por qué se dio completamente al trabajo del Señor; frecuentemente solo contra “indiferencia británica, apatía india, y hostilidad musulmana”? ¿Por qué se rehusó a salir aun cuando su propio cuerpo se estaba deteriorando rápidamente? “un hombre que dio su vida entre gente que el menor sirviente de la Compañía de las Indias Orientales hubiera menospreciado, y quien arrastró su cuerpo por muchos cientos de millas de mares y montañas, lo hizo por este propósito: hacer la voluntad de Dios, y salvar hombres y mujeres de la destrucción.”
Y ¿que era lo que llevo al escocés John Paton a ir como misionero pionero a los “caníbales” de las islas de los mares del sur, dedicando casi cinco décadas al trabajo? Mientras batallaba en la universidad con estudios de divinidad y medicina en Escocia, Paton había sido sostenido “por el gran anhelo que,” el decía, “consumió todos esos años dentro de su alma, nombrado para ser propiedad para uso de Él para la salvación de hombres pereciendo, el impulso de contestar en voz alta, ‘¡aquí estoy, envíame!’”
Pero Paton no quería confundir sus propias emociones con el llamado de Dios, por lo que continuo en oración y deliberación por pocos días mas “para ver la proposición desde cualquier ángulo ... sentí una seguridad creciente de que este era el llamado de Dios para Su siervo. El lamento y llanto de los paganos sonaban constantemente en mis oídos. Los veía perecer por falta de conocimiento del Dios verdadero y de Su Hijo Jesús, mientras mi pueblo (en Escocia) tenía la Biblia abierta y todos los medios de gracia dentro de su alcance.”
¿QUÉ HAY DE LOS PAGANOS EN CASA?
Aunque su decisión de salir encontró oposición de casi todos. “Algunos me replicaron, ‘hay paganos en casa; busquemos y salvemos, primero que todo, a los perdidos que perecen en nuestras puertas.’” Debemos evangelizar Jerusalén primero, antes de preocuparnos por el resto del mundo. ¿no hay millones de pecadores viviendo a nuestro alrededor? ¿no es lógico y correcto predicar primero a ellos?
Paton asintió a eso, de hecho, había muchos paganos en casa. “Siento que es verdad, y un hecho apaleador; pero observe que aquellos que hacían esta replica también se negaban a los paganos en casa... Sin mala gana gastarían mas en vestido de moda para cenas o el té, en teatros, conciertos y deportes, o en alguna actividad ostentosa, o en indulgencia egoísta, diez veces mas, quizá en un solo día, de lo que darían en un año, o en la mitad de su vida, por la conversión del mundo pagano entero, sea en casa o en el extranjero.” ¡Que verdad tan poderosa y patética!
En 1906, a la edad de ochenta y dos y unos meses después de perder a su esposa durante cuarenta y un años, estaba viajando para hablar en una reunión en Australia cuando cayo de su asiento y quedo inconsciente. Pero el insistió en predicar, con la cabeza vendada. “Para qué estoy aquí,” dijo, “sino por usar cada oportunidad restante para suplicar por los paganos.” Y para que estamos nosotros, si no para responder la suplica de Paton, para responder al clamor de los perdidos, para responder al llamado del Señor. ¿Para qué otra cosa estamos aquí?
Hay mas gente perdida hoy que nunca antes en la historia. Y tenemos menos tiempo que nunca para alcanzarlos. ¿Cómo podemos sentarnos atrás? ¿No nos afecta que haya mas de dos mil millones de almas que nunca han escuchado el nombre de Jesús? ¿No nos llama esto a actuar?
Hay mas de 12,000 grupos distintos sin una iglesia nativa. De las 6,100 lenguas habladas hoy, mas de la mitad no tienen un solo verso de la Biblia, y ni una décima parte tiene un Nuevo Testamento completo. La población de la tierra crece por encima de un cuarto de millón de seres humanos cada día. Jesús derramo su sangre por cada uno de ellos. ¿Qué es lo que estamos esperando?
En este mismo momento, por todo el mundo, hay misioneros y trabajadores nativos que podrían alcanzar cien veces mas gente si tan solo tuvieran los fondos adecuados. Sin embargo nosotros aquí vivimos como reyes, engordando cada día. ¿No podemos ver la vanidad de esto a la luz de la cosecha? ¿No podemos ver que algo en nuestra mente esta equivocado? ¿Aun podemos hacernos sordos a las necesidades de nuestros hermanos? ¿Podemos rehusarnos a dar sacrificialmente?
En cada continente, hay multitudes de almas. Dios conoce a cada una por nombre. Hasta hoy, viven en ignorancia y tinieblas. Están aprisionados por el demonio y encerrados en sus pecados. Pero nosotros tenemos la Llave para librarlos. Tenemos la Respuesta eterna para sus vidas. Tenemos la Verdad y la Luz. ¿Ninguno de nosotros se levantara e ira? ¿Ninguno de nosotros dejara todo – solo por esta corta vida – en vista de la gloria venidera?
Seriamente debemos pensar nuestros caminos. Hemos perdido la visión de una verdad fundamental. Jesús dio su vida por este mundo moribundo. ¿Podemos dar menos? Ser salvo significa ser enviado. Las naciones perecen sin esperanza. Nuestro tiempo se agota. Debemos alcanzar esa preciosa gente antes de que sea demasiado tarde. Si no damos o vamos, ¿quién lo hará?
Esta es la Palabra del Señor:
“Considera y escucha. Olvida tu tierra y tu parentela... ve a todo el mundo y predica el Evangelio a toda criatura... ve y haz discípulos de todas las naciones... como el Padre me ha enviado, así te envío... ¡Ve! Yo te envío.”
"¡Que el Cordero reciba la recompensa de Su sufrimiento!"